Yo soy la Otra, argentina, nacida en los la segunda mitad de los cincuenta, en el conurbano sur, universitaria de la universidad de buenos aires, madre,esposa, hija, mujer y escritora novel de una novela en treinta dias. Es una novela veloz.
Todavia no se adonde vamos. Tengo un chino que fuma opio, una lectora de Pizarnik, un hijo de polaco, un aprendiz de payaso con nombre ridiculo y tengo a Kandor.
Va un fragmento
Adentro de Kandor, los que alli vivian no se daban cuenta que la ciudad se habia movido desde su antiguo lugar al basural, del basural a los brazos de Norma y de ahí a la mesa de la cocina de la casa de atrás del viejo Soriano, la casa de la Betti.
Esa nube gaseosa era como el liquido amniotico que permite que una futura madre suba un ascensor o se agache a lavar la ropa sin que el feto advierta como todo a su alrededor cambia de coordenadas fisicas. Esa nube era solo visible para afuera. Para adentro era pura atmosfera. Y solo en los dias claros, en los dias en que no hay movimiento, asi como en Buenos Aires se puede atisbar Uruguay, en Kandor se puede ver el afuera.
Desde Kandor se puede ver el afuera, como desde mi terraza el infinito. Uno ve las estrellas, ve la anaranjada luna con los crateres y se acuerda que algunos alli dicen que esta la virgen Maria, San Jose y el niño tallados en la piedra lunar como los presidentes norteamericanos en el Monte Rushmore. Asi se ve desde mi terraza el infinito. Degradado, decepcionante si uno lo toma a la letra. Pero, algunas noches, sin necesidad de estar drogado con acido lisergico ni haber tomado un vino, ni haber leido a Baudelaire, ni cosa psicodelica alguna, algunas noches uno puede intuir el infinito.
No es necesario preparación. Por ahí se esta en la terraza haciendo algo banal, supongamos juntando los soretes del perro, o los broches de madera que estaban en la soga y la tormenta desparramo, o quiza simplemente tendiendo la ropa. Y desadvertidamente se levanta la mirada al cielo, en especial de noche, en especial una noche en que no hay humedad, en que llego la fresca. Digo, uno levanta los ojos y piensa ver la noche domestica y se produce como un abismo para arriba y resulta que se abrio la puerta del cielo y usted se encuentra atisbando el infinito, mirar el cielo es una revelacion.
Asi en Kandor se ve el afuera. Primero tiene que estar el liquido amniotico que protege la ciudad tranquilo. Ese gas amniotico, atmosfera que regula la seguridad de Kandor, de sus habitantes, de sus calles arboladas entre edificios de tres pisos, calles parecidas al Boulevar Artigas, yendo para Tres Cruces.
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