Lo rodeaban en su nuevo trabajo chismes de gran kermesse: habia fieras, ambientación japonesa, aldea indostana, montaña rusa de 50 metros de altura y merodiaban prostitutas, cafishios y malandras venidos de lugares como Bulgaria, Cuernavaca, el barrio de Lavapies, de todos lados, menos alguien de Avellaneda con quien compartir un cachito de pasado.
Una vez paso paso Tuñon, acompañado por Blanca Luz susurro al oido."Cien lucecitas: Maravilla de reflejos funambulescos. Aquí hay mujeres y manzanilla. Aquí hay olvido, aquí hay refrescos. Eche veinte centavos en la ranura Si quiere ver la vida color de rosa" . Pero Alfredo, que reconocio esa manera cortaziana de hablar, una cadencia gardeliana que habia desaparecido en los cincuenta, tuvo verguenza de preguntarle si el venia de Allá, por que Allá era como la veladura de un recuerdo y solo en sueños agarraba solides de existencia. Allá era incorporeo, como un concepto abstracto explicado a una mente simple.
Algunas tardes, cuando no habia olvido y Alfredo recordaba el cine de su barrio,, se refugiaba en el Nomumeno de parque japones. El Nóumeno era un cinematógrafo unipersonal, se entraba de a uno. Mientras pasaba se pasaba la película, Alfredo se preguntaba que habia sido de su pais, que de su casa, que de su vida. Y Por veinte centavos introducidos en la mágica máquina podían verse unas audaces vistas de hermosas mujeres gordas que exhibían sus piernas como almohadones donde echarse a dormir, envueltas en mallas grandes como carpas de circo y miradas tan tristes como las de Beti Page.
martes, 17 de noviembre de 2009
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