El día después de que Chapman mató a Lennon en el edificio donde se filmó El bebe de Rosemary, todas las radios le daban duro y parejo a la música de los Beatles. En los 80 los Beatles era famosos, pero no clásicos. Dicen que el Tiempo es el gran antólogo, y todavía no había hecho su tarea. Sin embargo en Buenos Aires, había pena por John. Era un signo de los tiempos, el tipo que hablaba de la paz, muerto por las balas de un demente, que leía, como yo, el Guardián en el Centeno.
En la tele estaban pasando imágenes donde John sonreía desnudo con Yoko en la cama de hotel Queen Elizabeth, de Montreal, protestando por la guerra. Norma veía, sin dar demasiada bola, porque cuando tenés veinte el pasado pasó muy rápido y generalmente carece de interés. Y el bruto Tiempo todavía no hizo la selección de fotitos con las que armas el relato que junta los cachos dispersos de una vida en una unidad. Eso llegará después. Quiero decir, el videoclip de tu vida.
Y por esa coincidencia, a mi, todavía hoy, cuando te estoy contando esto, cuando suena Lennon, me agarra la cosa de Kandor, y soy como esos locos de la guerra que se imaginan en las trincheras ante el estallido domestico de un chaski boom. Y no se si me parece, pero en este año 2010 suena como nunca la música de los Beatles.
Acá tengo una oportunidad de demostrar lo aleatorio del tiempo, como el tiempo hace trucos con la música. Norma me ha contado que ese día se fue tarareando Jelous Guy, un tema ya viejo en los ochenta. Era viejo antes, pero mientras hablo con vos, destella con luz de desierto de sal y eso que después vino el rock sinfónico, el punk, el grunge y cuantas mierdas que ni conozco, pero Lennon suena como si no hubiera pasado el tiempo, y eso que agoniza la primera década del siglo ventinuno y mientras Lennon es actual quedo vieja y chota toda la literatura de anticipación que deglutí en mi infancia, ya sin vuelos entre los planetas, y ni replicantes que reclamen por su humanidad.
El día después de la muerte de John con Jelous Guy sonando en la radio, Norma salio de su casa, con su ropa más formal. Y te anticipo, no me quiero hacer el misterioso: iba a buscar trabajo y se encontró con Kandor.
El trabajo era para ser preceptora, con titulo de maestra normal, Se había jubilado la de la escuela de Villa Inflamable y ella tenia el nombre de la directora. Y por ahí, tenía suerte y empezaba un currito de trabajo, o al menos veía como era la cuestión del nombramiento.
Mientras duro la dictadura la gente no se daba cuenta, pero los proyectos, todos los proyectos, parecían un poco deslucidos. Vive hoy como puedas, que mañana va a ser igual a hoy. Es probable que se estuviera desmantelando la idea de progreso, aunque los sociólogos no hablaban aun de eso, el posmodernismo no había llegado, ni el Fin de la Historia, pero en los hechos nada luce muy bien en medio de lugares donde reírse a carcajadas o juntarse, es considerado sospechoso. Así empezaban los ochenta. Empeoro con la guerra de Malvinas y tuvo que venir la primavera alfonsinista, y el posterior invierno, pero esa es otra historia.
El día después de que mataron a Lennon, Norma encontró a Kandor o Kandor encontró a Norma.
Siguiendo con los éxitos escogidos en las radios, tarareando Penny Lane, subió al colectivo 186 (Constitución/Lomas de Zamora, todo por adentro, calesita, tren lechero) y pasó por la puerta de su escuela secundaria y en un flash juntó dos imágenes. Alejandra Pizarnik y Alfredo, acaso dos muertos. Alejandra Pizarnik: la alumna mas famosa de la escuela y Alfredo: “el desaparecido”,
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